El atardecer había llegado al fin… y algunas de
las más brillantes estrellas del firmamento comenzaron a verse. Ehlil Enki,
caminaba desde el valle hacia las más altas colinas para ver un espectáculo
único que se daba una vez cada cinco años sólo donde él vivía: la noche.
Ehlil era uno de los únicos 12 habitantes de
Mahat, un planeta donde brillaban 3 soles, iluminado además por otros a la
lejanía que hacían de este mundo un constante día, amanecer y atardecer. Pero
cada 5 ciclos alrededor de los 3 soles, la conocida Zona Muerta, temida por los
vivos, permitía que en este sector del mundo la noche se hiciera presente, y
pudiera verse un espectáculo único: el cielo estrellado hacia el infinito.
La larga noche, temida por muchos mundos, era lo
que a Ehlil le provocaba una gran sonrisa, pues era la única vez que podía ver
la magia hacerse realidad. Las luciérnagas brillaban en el suelo, y los árboles
relucían con sus coloridos azulinos. Él era el único habitante de este lado del
mundo, y además, era un niño.
Ehlil, no sabía lo que era la oscuridad, ni el
mal, ni la familia, ni los amigos, ni siquiera jugar. Lo único que mantenía
vivo a este eterno niño, era aquél asombroso día, en que la oscuridad, le
permitía hacer algo que con la luz del día no podía hacer… Imaginar.
Tras miles de años, había podido ver muy pocas
noches, y la soledad invadía nuevamente los largos años de luz. Por ello, un
día decidió poner toda su voluntad en reunir a los otros como él, para poder
disfrutar juntos de esta maravilla que sólo él podía ver desde su lado del
mundo.
Emprendió un viaje alrededor de las enormes
tierras de Mahat, buscando uno por uno a los otros, tratando de reunirlos pero
ninguno accedió a la invitación. Hasta que llegó a un lugar especial, la cima
de uno de los montes más grandes. Allí moraba el último de los de su especie,
el más anciano de todos.
Ehlil lo invitó a ver la noche, mientras el gran
ser nunca lo miró, y respondió sin apartar la vista de uno de los soles fijos
en el horizonte.
• Nuestro mundo existe por un propósito_ le dijo-
somos los que mantenemos a todas las estrellas fijas, somos los que mantenemos
el orden de la realidad, si nos vamos de donde nos corresponde, el universo
entrará en caos… ¿Qué haces tú sin ocupar tu lugar?
• Creí que si estábamos juntos, podíamos disfrutar
del Universo…
• No estamos aquí para disfrutar_ dijo serio el
anciano- estamos aquí para sostener la vida, vuelve a tu lugar, o tu lugar
traerá desastre a nuestros mundos y soles.
El niño…
sin entender, volvió a su hogar, triste, y en silencio… pero al llegar se llevó
una sorpresa. Un joven estaba esperándolo sentado sobre una roca, y confesó:
_siempre quise ver la noche-.
Esperaron
juntos el tiempo suficiente hasta que llegó la penumbra, y las estrellas y
mundos empezaron a reflejarse en los ojos de ambos. Y algo que nunca antes
había pasado, aconteció.
Ehlil y su
visitante, como los otros 10 habitantes del mundo, tenían un solo ojo enorme
sobre sus narices, y era ésta la primera vez que dos se unían para ver un mismo
lugar. De repente, un nuevo Universo se abrió, y pudieron ver los puentes entre
los mundos. Decidieron visitar todos y cada uno de ellos, descubriendo la magia
que había en lo desconocido, pero sin embargo, igual que en su mundo, nadie
podía ver otra realidad, pues todos observaban tan sólo a un lugar del
horizonte o el cielo… Todos sus mundos eran fijos, y no giraban.
Al ver que
en todos los mundos, los adultos y los ancianos enseñaban a los niños a ver
sólo un lugar fijo, y creer que sólo existían las estrellas o soles que
observaban, Ehlil sintió mucha soledad, y pasó milenios buscando niños que
pudieran escucharlo y saber que había mucho más por descubrir.
En su paseo
por los pasillos, pudo ver unas estrellas en constante movimiento, y supo de
inmediato de qué se trataba… Era el único ser que podía volar entre los mundos,
y hacer lo que quisiera con ellos… Entonces se le ocurrió algo, tan peligroso
como fascinante… Ehlil decidió acercarse a este ser, y hacer que el mismo le
persiga por el espacio, para mover los mundos. Draco, el Dragón, era un animal
incontrolable, y el niño no sabría cuál sería el resultado de esta difícil
tarea, pero ya había dejado de ver sólo un lugar, para poder entender que había
muchas posibilidades.
Entonces,
hizo que el Dragón le siguiera por los pasillos, a gran velocidad, escapando de
su fuego y sus garras, persiguiéndole como un gato a un ratón, rozando los
mundos, empujándolos, y bañándolos en su fuego.
Entonces,
algo mágico sucedió… los mundos comenzaron a girar.
Ehlil apagó
el fuego del dragón regando los mundos con las lágrimas de su ojo, y las
lluvias trajeron vida a los planetas.
Los
habitantes de Mahat nacían de las semillas que un árbol sagrado entregaba cada
millones de años, por lo que Ehlil esperó debajo de sus hojas, para tomar las
primeras 12 semillas, que sembró en este nuevo mundo con sus propias manos.
Pero algo
extraño sucedió… en este mundo que gira, el día y la noche tenían la misma
cantidad de horas, y sus habitantes nacieron con un ojo para ver cada una de
esas realidades. Dos ojos, que vieron más colores, que imaginaron más opciones.
Los niños aquí crecían mucho más rápido, y nacían muchos más que en los otros
mundos. Ehlil, al fin, había encontrado la mayor felicidad que jamás hubiese
imaginado: jugar, divertirse, disfrutar… Los niños en este mundo no debían
permanecer quietos, sino moverse, pues su mundo se movía y giraba, bailando,
jugando…
Cuando los
grandes seres de Mahat vieron lo que el niño Ehlil estaba haciendo en este
lejano planeta, se acercaron y detuvieron el juego, haciendo que con el paso
del tiempo, los humanos se volviesen adultos, con lo que dejaban de ver la
magia de la vida, sólo mirando una realidad desde la comodidad de sus hogares.
Ehlil vio
que los terrícolas se acostumbraron a la noche, y dormían, a diferencia de los
de su especie, por ello viajó a los 12 rincones del mundo donde debían estar
los custodios del cielo en la tierra, y mientras descansaban por las noches, se
introducía en sus sueños jugando en su imaginación, enseñándoles sobre mundos y
realidades. Muchos se unieron a él durante las noches, y susurraban a los
habitantes del mundo mensajes de otros tiempos y realidades que abrían sus
mentes. Los que llamaban Arsayian, aquellos que hablaban al Mundo tenían un
claro objetivo: hacer que las personas sigan imaginando para crear nuevas
realidades…
Desde que
Ehlil Enki hizo girar este mundo, sus gentes fueron perdiendo la capacidad de
imaginar, y el mundo perdió la capacidad de descubrirse, de transformarse.
A
diferencia de los mundos fijos, que sólo creen en una realidad que observan,
los mundos que giran deben cambiar constantemente su perspectiva, la forma en
que ven la realidad, pero con los años pierden la capacidad de hacerlo… Por
eso, milenios tras milenios, cuando Ehlil vuelve a nuestro mundo, se acerca a
jugar con los niños, pues sabe muy bien, que son los únicos capaces de imaginar
como él lo hacía.
La
imaginación es la clave para cambiar el mundo, por ello, a pesar de nuestra
edad y experiencia en el mundo, nunca debemos de dejar de ser niños en nuestro
interior, pues no sólo son el futuro de la humanidad, sino las semillas de
todos los seres del Universo que confían que la vida es un juego que debemos
disfrutar y en la que nos debemos divertir.
Ehlil, está
volviendo a nuestro mundo, pero el mundo está cerrado, dolido, duro, triste…
por ello, es tarea de los niños abrir las puertas de la Tierra, mirar el mundo
de una forma diferente, imaginar nuevas realidades e historias, para sembrar
una nueva humanidad que recuerde quién es y por qué está aquí.
Ehlil les
pregunta:
¿Están listos para imaginar un nuevo mundo?
Matías De Stefano
No hay comentarios:
Publicar un comentario