Caminábamos
mi alma y yo, por la planicie de Tierra Esmeralda, cuando escuchamos cantar al
Viento Norte y vimos que, más allá del horizonte, el Águila Dorada desplegaba
sus alas.
Llegamos
después a la orilla de la gran Laguna Azul y encontramos al Viento Este
llorando las tristezas de antiguas tradiciones. Entonces, un susurro siniestro
del Viento Oeste atrajo nuestra atención hacia las siempre blancas Montañas del
Sol. Desde allí observamos el descenso de la adorada y temida Serpiente
Emplumada… que llegó hasta nuestros pies transformada en reptil…
En
ese momento de “por siempre ahora” nos estremeció el rugir del Viento Sur y,
desde las entrañas del agua asomó un brote dorado, la cabeza y el cuerpo del
Nahual Venado, que caminó hacia nosotros y, al llegar a la orilla, nos guiñó su
ojo mágico. En ese instante desperté de nuestra arriesgada ilusión y dije a mi
alma: “¡regresemos!”
Pero
ella estaba ya muy lejos, en el centro del laberinto… y desde entonces he vuelto
una y otra vez a buscarla…
©
Alma Zolar
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